martes, 22 de mayo de 2007

Una casa tristemente no es más que una casa




Como el espacio donde hacía mis anotaciones se privó, ahora las traslado aquí.





15 de marzo

Una anotación sobre conversaciones

"Olvide por un momento que es estadounidense y use su cerebro", le dijo Goethe a Hemingway en un gracioso encuentro imaginado por Kundera. Me intriga la emoción y contento que puede provocar la evocación de hechos no ocurridos, particularmente tratándose de encuentros. He conocido personas desconocidas entre sí cuyos méritos me permiten deleitarme soñando las posibilidades de una supuesta, y hasta cierto punto posible, conversación entre ellas. Y sé que si ocurriera ese encuentro (lo siento, lo temo) no sería nunca tan provechoso como lo imagino. Es lógico, puedo imaginar la conversación de esos dos dechados de gracia de manera tal que su flujo (siempre imprevisible en las conversaciones reales) los impulse a sacar lo mejor de cada uno, hasta que aquello sea un hermoso animal que se conduce con propiedad y vigor independientemente de los interlocutores. Estas reflexiones me llevan a desear que tales encuentros no se realicen, porque así están bien, no podrían estar mejor: imaginados y siempre con la posibilidad de darme más y mejores regalos, a mí tan aficionado a cierta clase de entrevistas extravagantes.




Comentarios


Corza
Vaya vaya, ¡mira qué tenemos por aquí! Interesante, Jorge Saucedo. Pero bien, recuerdo haber tenido una conversación, o varias, contigo y alguna persona más, diciendo que nos gustaría ver encerrados en una habitación a ciertas personas, propusimos combinaciones espectaculares, terroríficas, espantosas, totalmente absurdas... Y ahora, me asombra verte tan civilizado hablar de "encuentros", como si se tratara casi de algo accidental. Pero bueno, la idea sigue ahí. El trip.
23 marzo 20:48


Jorge Saucedo
Tú lo has dicho, dijo el pater demens.
23 marzo 21:01






23 marzo

Pertenecientes al rey, sirenas, fabulosos, perros sueltos...

La historia es larga, como todas nuestras historias. Hablo de mí y de Hugo. Y del master demens. Y de la más pequeña de mis hijas. El procedimiento era el siguiente: uno había vivido bastante para saber que existen en este mundo personas más creíbles que las ficticias sólo por el hecho de que eran reales. Y más: uno había vivido bastante para poder decir que había conocido a varias de estas ponderables personas (haciendo cuentas, luego resultaban muchas). Que quede claro: no es la discriminación ni el fascismo ni la arrogancia ni la profunda naquez (como pudiera pensarse) el origen de esta categoría: no. El criterio es la verosimilitud. Y esto que nos pasó (maravillarnos ante el poco respeto que unas personalidades le mostraban al sentido común) le ha pasado a todo mundo, y esa es la gracia de vivir en un mundo lleno de gente.

Pero el procedimiento era el siguiente, decía: pensábamos en uno de estos personajes, e inmediatamente en otro (la intuición nos movía, y el horror) y proponíamos su encuentro. Que sí, ese encuentro tenía infinitas posibilidades en cuanto a sus circunstancias (como sucede en la vida con los encuentros): en un cuarto cerrado con llave, en un cuarto oscuro, en una lucha en jaula, en medio de la presentación de una antología de poetas de la tercera edad. Pasábamos de un nivel de calamidad al siguiente, porque el momento inventaba una gradación bastante disfrutable. Lo que más nos gustaba era improvisar con la intervención de un tercero, que siempre era más monstruoso (no es discriminación: digo monstruoso como se le dice a lo colosal, y a lo que nos hace reflexionar seriamente sobre la naturaleza de lo insólito), y entonces el nuevo encuentro, con sus combinaciones imaginables multiplicaba los gritos de emoción y las sabrosas endorfinas. Ah, y aquello derivó en una magnífica fuente y mecanismo de amorosos improperios, gracias a la cual se nos iba el tiempo en amenazarnos unos a otros con hacernos partícipes de esos encuentros, al fin que, aunque no lo decíamos, ni lo hemos dicho, cada uno de nosotros había metido a los otros en esta funesta categoría de las personas poco creíbles.




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(sin nombre)
Mmmhh, como cuando Santo se le unió a Mil Máscaras (¿sí era él?) para destruir a las Momias de Guanajuato, en Santo contra las Momias. El encuentro original eran las Momias y Mil Máscaras, y al final, para hacer más cremoso el asunto, llega el Santo con un bote de gasolina para liquidar a las momias. De paso le da sentido al título de la película. Chale.
29 marzo 0:30


A. B.
Me acuerdo que tú tenías algo de Benicio del Toro y el chavo del ocho al mismo tiempo.
18 abril 19:58






31 marzo

JLB

Yo a ti te comparo con una antena parabólica, JLB lo dijera. Quisiera dejar bien claro que aunque lo explicara no se comprendería el sentido de esta afirmación. It doesn't make a difference. To me. Peter Stillman lo dijera. Que uno le haga caso a las voces que escucha en el fondo de su corazón, en el terreno de su mente, no es ningún problema. El problema es no hacer caso a esas voces afirmando simplemente que no existen. No necesito argumentar, pero lo haré: si no existieran no se hablaría de ellas, como se habla. Y en el fondo de su corazón uno sabe que hay palabras que no son de uno mismo (¿alguna palabra, una sola, es de uno mismo?), pero saben hablar de un modo suficiente, y nosotros sabemos escuchar, aun sin quererlo. La chica 1 llega a un parque y mira al chico 1. Pero jamás demostrará en su semblante las razones que le da a sus voces para que no existan. El chico 1 mira distraído un pájaro, y juega a que sus voces y él son uno mismo que mira un pájaro. El chico 1 y la chica 1 se conocerán y se verán los dos días siguientes. Y yo lo que quisiera es ver que se encuentren las personas que le hablan a cada uno mientras están en el parque, justo un instante antes de conocerse. Pero no sucederá. Pero sería tan bueno.






10 abril

Sobre el sentido de las vacaciones

"Ya no necesito de ninguna motivación para salir al mundo y divertirme", dijo una vez Hugo, a quien bien se le podría aplicar lo que se ha afirmado sobre el gato: es una hipótesis bastante arriesgada. Pues Hugo se levanta, hace un gesto que más parece de pato que de gato, va a la calle y se la pasa bastante bien. Hay anuncios, creo entender, mucha gente ignorando convencida, hay demasiadas razones para sentirse en un centro suficientemente convencional para no tomarlo en serio. Y sobre todo, la seriedad que percibe parece ser no más que un estimulante de sus ganas de pasársela bien. Su sonrisa en el flujo de la banqueta es un leve temblor en el severo acuerdo de la Ciudad que camina. Esquiva con gracia a los que vienen en sentido contrario, juega sin darse cuenta a caminar deprisa, nota que estar contento en ese momento lo saca del juego, y lo deja solo jugando el más contento del mundo. No sabe si los transeúntes lo notarán. Y luego: le llama la atención una gran pantalla en las alturas, que ha mencionado el nombre de Plutón, y se para sin que le sea posible evitar la teatralidad del acto, sonríe mucho, ahí está parado viendo hacia arriba y adelante, el tiempo suficiente para que cualquiera que lo haya visto sepa que está haciendo algo, y que no es una persona muy formal.






10 abril

Erratas

Y hago una aclaración. Lo de encerrar a dos o más personajes en una jaula o cuarto, etc., era un juego de la mayor importancia en el que participaban sólo los tres miembros más ociosos de la brújula solar, lo cual significa que erré al mentar al master demens, a quien semejante práctica le resultaría escandalosa. En su lugar debí mencionar a la flecha del poniente, gran entusiasta de la imaginación en todas sus presentaciones. Y a Hugo lo mencioné aunque en aquellas juntas estaba y no estaba. Como siempre.




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Corza
¿La Flecha protestó su omisión o qué?
16 abril 22:38


Jorge Saucedo
Lo habría hecho sin duda, pero no ha leído esa información inexacta. Más bien yo me percaté de pronto, imaginando al master demens en el juego de las jaulas, y olvídate. Por eso corregí.
17 abril 19:20






16 abril

Sobre un capítulo de Bob Esponja

Pero imagínate lo triste que puede ser cerrar una persiana. Vemos la cara de un hombre. En realidad es un pez con camiseta, y está detras de la ventana, dentro de su casa. Es una recámara y es de noche. Esta mirando sin hablar. Los grillos producen un sonido que contiene intenciones. Es tarde. La cara del hombre pez es triste, sus ojos monótonos e inmóviles. Y mientras los miramos la voz de una mujer aparece en ese mismo espacio, llega hasta el hombre, y los ojos siguen monótonos e inmóviles, incluso cuando responde: ya voy. Cierra la persiana. Esa mirada permanecerá en la persiana cerrada, que al cubrir la ventana habrá dicho que el hombre sigue ahí (del mismo modo que las personas siguen viviendo cada minuto después de que las vemos alejarse, perderse, entrar en su casa, desaparecer).




Comentarios


Corza
qué capítulo es ese de tan tremendo dramatismo?
Ah, por cierto, no sé por qué te desagrada tanto mi blusa amarilla: Bob Esponja es amarillo y las secciones de moda del fin de semana pasado reportaron el amarillo piolín como el color in. En lo que no estoy de acuerdo es en que digan amarillo piolín pues yo pensé en Bob Esponja.
16 abril 22:37


Jorge Saucedo
No recuerdo el nombre ni la historia de ese capítulo. Sólo sé que Bob Esponja hace un comentario optimista, como sólo él sabe, y como contestación aparece enseguida una serie de estampas cotidiano-deprimentes entre las va incluida la del peje en la ventana. Y no me desagrada tu blusa, nomás me pone impertinente.
17 abril 19:16


Yas
No me acuerdo de ese capítulo. Me gusta mucho uno donde Bob empieza a dibujar cosas que cobran vida, y acaba dibujando a su malvado hermano gemelo. Fue un capítulo muy dramático, efectivamente :) En cuanto a las persinanas, siempre me dan mala espina. Son tremendas para alimentar mi paranoia.
19 abril 20:59






26 abril

Lechuga romana u orejona

Tome una lechuga romana. Corte las hojas con un cuchillo, y después arranque con los dedos los restos de las mismas que aún tengan esa viva y relajante coloración. Disfrute estos despojos ignorando con prudencia las hojas cortadas que ya habrá depositado en un plato. Usted estará escuchando música. O no. Este elemento habrá de estar ahí (no añadirse en el momento), con su delicada pertinencia acompañando el desinterés con que usted procede. Pero de igual manera, y de distinta manera, el silencio, en su caso, dará una sensación de haber llegado justo en un momento justo antes de la conciencia, acoplándose con dulzura orgánica a este paso de lo que bien podría ser una danza que termina en la muerte. La música o el silencio mostrará su mano sosteniendo lo que fue una lechuga, y usted volverá a ella esos sus ojos misericordiosos. Y usted la probará, esa fruta que tiene el sabor de una cebolla dulce.





Comentarios

(sin nombre)
Oye, no te conocía la vocación de gastrónomo. Ya podemos ligarte a Reyes. Salut!
30 abril 17:41


Irving
Oye ya es mayo y no has escrito nada. Com'on pilgrim you know you want it
09 mayo 17:10