lunes, 8 de octubre de 2007

Groserías

Hay maneras tan sofisticadas de la grosería que nos hacen pensar que en realidad se trata de refinamiento excesivo lo que a todas luces consiste en pura pereza espiritual. Si a un conductor le parece buena idea (y oh, Dios, no quisiera creerlo, demostración de astucia!) pasar el cinturón de seguridad por encima de su torso, y ya puesto ahí, en posición correcta, no abrocharlo, será mejor no dejarse llevar por el ingenio aparente del acto. El examen de este asunto sólo arroja una hipótesis plausible: lo ha hecho para engañar al agente de tránsito. Y si lo hace en serio, quisiera decir que me conmueve, pero en realidad sólo me molesta. Y si se trata de una broma la encuentro tan carente de humor y de intención que me veo obligado a observar que la visión burocrática del mundo no es ajena al interior de los coches.

6 comentarios:

Nahum dijo...

De primera intención hasta podría decirse que los políticos y los taxistas son de la misma calaña.

sr. magnánimo dijo...

O sea, ¿por qué David y yo pensamos por igual en taxistas al leer tu post?

Ya te dije en la comida que a todos nos parece un comportamiento propio de un taxista eso de pasarse el cinturón sin abrocharlo, pero no deja de parecerme curioso que la primera referencia mental que tuvimos David y yo se haya referido al taxista promedio.

¿Y qué me dices de la tira que te mostré por la mañana? Tenemos que redactar una guía para tratar con el taxista "ideal". Ideal en el sentido ontológico, algo así como "el taxista". Serviría como manual o instrucciones para salir del paso de las situaciones básicas en las que te pone el taxista: pláticas incómodas, groserías al transeúnte, accidentes sin justificación, trampas en la tarifa, quebrantamiento de todas las leyes humanas y divinas acerca de la correcta circulación por calles y avenidas, etcétera. Y podemos incluir un catálogo de castigos ejemplares para cada uno de estos malos comportamientos.

¡Weeeeeee! ¡Qué divertido!

Unknown dijo...

El Sr. Taxi, esa fusión entre el taxi y el taxista; así le llamé a uno en una esquina del centro. Decía Jorge que yo era experta en contar cosas para incomodar a los taxistas, por ahí iba... no recuerdo bien. Pero yo podría con gusto incomodarlos a ellos por todo lo que nos incomodan a nosotros. Lo malo es que ya tengo coche, bu.

Jorge Saucedo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jorge Saucedo dijo...

Lo que pasa es que Caro es el personaje terrible que ante el verdugo toma el papel de victimario, y por ello los taxistas, apenas van por lana, salen trasquilados. La idea del manual para tratar con el "taxista ideal" es muy buena; este término me hizo pensar: el-taxista-en-sí-mismo (¿no les molesta que ciertos individuos, en virtud de su problemática habilidad explicativa, espeten al lector estas cadenitas-de-palabras, pensando que con ello dicen algo?). Lo más poético sería decir: el Sr. Taxi, pero lo mejor: el Taxista (con mayúscula).

sr. magnánimo dijo...

¡Otra entrada, otra entrada! ¡Weeeee!