jueves, 24 de abril de 2008
Abril
Entonces conoció el placer de no tener razón. Era algo agradable, porque ahora las cosas resultaban harto distintas. No sabía si mejores, pero que las cosas resultaran distintas era una experiencia para la cual había dejado de estar listo, ahora lo notaba, y le daba a la realidad una vida que no sabría explicar. Luego, sin proponérselo, gradualmente dejó de tener juicio. Y no pensó en ello, pero se diría que si lo hubiera meditado habría dicho: "está bien". (Aunque si se dijera esto, sería porque a veces, para alguien que observa, parece que la realidad es la que mueve los labios, o trae una voz, diciendo mediante las cosas que suceden simplemente, como los movimientos simples de alguien que perdió el juicio, "está bien".) Habiendo conocido el placer de no tener razón, y perdido luego el juicio, hizo lo que naturalmente había de hacer. Juntó cuatro perros que no tenían dueño, a uno lo llamó Razón, a otro lo llamó Juicio, a otro lo llamó Chucho (así se llaman los perros que no tienen dueño), y a otro lo llamó Perro.
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