martes, 5 de junio de 2007

Sobre el significado de los buenos días


No me prives de una sonrisa bien puesta en el corredor. Una muchacha riendo en el interior de su pecho, como si rebosara espuma, casi tentada por el pudor y casi determinada a desesperar al sentido del deber. Señor de los amaneceres, no me prives de las cantarinas novedades que un alma dispuesta sabe dispensar. Quiero que entre las máquinas se asome un olor a jabón perfumado, no ha de ser más que un instante que se hace liviano y se esfuma. Pero no es necesario más que eso. Si un hombre entra joven en una fábrica y sale viejo nadie hará un escándalo. Pero nada es igual después de conocer la filigrana, ni despúes de sentarse una tarde detras de una cascada de lluvia que cae del techo, ni después de cualquier cosa que lo deje a uno seguro de que no está seguro de estar dentro del marco de un cuadro donde creía que estaba.

1 comentario:

sr. magnánimo dijo...

Tengo un recuerdo muy presente, acerca de los buenos días: una vez que estaba de visita en Paso Hondo, Allende, me desperté muy temprano porque me estaban picando horrible los zancudos. Salí al porche, porque ya no me pude dormir, y aún estaba oscuro. En el cielo estaba Orión, y se veía grande y cercano, como nunca lo he vuelto a ver. Entonces el cielo se empezó a poner rosa, y luego dorado, y Orión se fue borrando despacio, entre rosa, dorado, y finalmente azul.

Es el amanecer más bonito que he visto en mi vida. Y por supuesto, aquel fue un día bueno, y aunque hubo tensiones, como siempre, se diluyeron con una facilidad inaudita...