viernes, 23 de mayo de 2008
Estación
Pedro era un hombre tendido en la arena del solar. Un día caminó y llegó a la estación. Subió al autobús y le sonrió al paisaje. A la mitad del trayecto pensó. (Pequeño árbol en mitad de una laguna, desde la carretera, alegra los ojos, anima el pensamiento.) Respiró el aire de un lugar nuevo. Se encontró de pie sobre la arena, de frente al mar. Quedó tendido como en un principio, sintiendo en las manos la identidad de la arena, la misma donde había despertado, ahora tendida donde pronto la cubrirían las olas.
jueves, 8 de mayo de 2008
Es oficial: tenemos duendes
Tal vez sólo sea uno. Pero en tal caso sería uno con diversidad de intereses, poco aficionado a la especialización. No pienso en un duende como en una persona: se me ocurre que un duende hace una sola labor, es simple y su creatividad se limita a la renovada ejecución de la misma travesura con variantes más o menos circunstanciales. Me imagino que es una rabieta de carne y hueso. Y no entiendo una rabieta con diversidad de intereses (una rabieta humana?). (Por cierto, hablo de los duendes sin conocimiento del tema, que siempre me pareció, hasta hace poco, o bastante desabrido o ridículo. Mi conocimiento no viene de la literatura ni la ensoñación, sino de la experiencia directa. Por ello hablo de los duendes tal como son, según puedo darme una idea, y no me interesa, a decir verdad, cómo se supone que sean.) Así que éste, en caso de ser uno, sería un duende curioso: se roba una bolsa de nueces; enciende la computadora y huronea entre los archivos, teniendo el cuidado de apagar el cpu, las bocinas y el monitor (no poca cosa, considerando la generalizada proclividad de la población a dejar encendidos los monitores); refunde el libro más pequeño (será porque es el que puede manejar con comodidad?) en el lugar más ingenioso; hace aparecer la bolsa de nueces otra vez en su lugar... Sí, podrían ser varios, y eso incluso explicaría las actividades contradictorias (un duende caótico y otro obsesivo?), pero percibo cierto estilo en esas irritantes maldades que me hace adjudicárselas a un solo autor. Es uno, estoy seguro.
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