lunes, 20 de agosto de 2007

Sobre las mismas cosas corrientes

Lo terrible de un fantasma no es su aparición sorpresiva. Un fantasma puede aparecer sin provocar sobresaltos. Lo terrible de un fantasma, y más aún en esos casos, es que aparece otro día. Borra la certeza primera de que ya cumplió el ciclo que le correspondía al dejarse ver y marcar los ojos de quien lo ha mirado, para abandonar poco después su afán de vivir. Aparece otro día. Otro. El fantasma no es la imagen que ingresó de algún modo en la casa y parece haber elegido los sitios que lo hacen sentir más cómodo. El fantasma es una pregunta que ha cobrado vida, del mismo modo que el tallo de una enredadera que en un principio no parecía sino la ramita más triste de un manojo de cilantro. Quiere hacerme saber que le gusta esta casa, que es suya, que no le interesa de quién se supone que sea. Prefiere la compañía de las persianas y los colores fríos, los momentos menos ruidosos pero no el silencio absoluto. Cada vez está más seguro de sí, y cree que gana autoridad en cada encuentro. Todas estas ideas innecesarias son la personalidad de alguien que hasta hace poco no era.

3 comentarios:

Aurelio Green dijo...

mi fantasma es semanal, además le tengo miedo, no sé tú...

El Jaibo dijo...

Según dices, lo temible del fantasma es la incertidumbre. Entiendo que mencionas que para tí, es la incertidumbre acerca de las intenciones del fantasma.
Para mí, lo temible del fantasma es la incertidumbre acerca de su condición, de su vida, si se le puede llamar así. Y la certidumbre de que llegará el momento en que yo, quizá sin darme cuenta, haga mis apariciones de forma sorpresiva, y que los demás me temerán porque no tendrán certeza sobre mis intenciones y condición.

sr. magnánimo dijo...

Oiga usted, caballero, esto de los fantasmas es muy interesante y da tema para muchas conversaciones bizantinas bien sabrosas si se acompañan con cafecito o chela helada. Efectivamente, la incertidumbre es el aspecto central del fantasma promedio. Sin embargo, lo es también de gran parte de las cosas de este mundo.

Una que le pega a la realista metafísica se dice que no cree en aquello que no ve (y claro, la invisibilidad es característica que tradicionalmente le hemos endilgado a los fantasmas), pero todo es incierto, por lo tanto sujeto a dudas. Así que es igual de dudoso tanto la existencia de un fantasma como su inexitencia, y eso sin hablar de los aspectos aparentes del mundo, y de la manera en que los fantasmas nos ven a nosotros mismos. Probablemente nos miran de repente, como por descuido, y hacen como que no vieron nada, porque es incierto que nos hayan visto así como es incierto que nosotros los veamos a ellos. O sea, qué chido. Las cosas pueden derivar en un sinfín de situaciones por demás temibles o (si se dan las condiciones) divertidísimas. Podemos jugar a que nos vemos de frente, saludarnos y seguir con nuestro camino; toparnos de frente y hacer como que no nos miramos; sentarnos a ver la tele juntos; tomar cafecito en compañía de tu fantasma doméstico y contemplar el atardecer; y sobre todo, podemos tener discusiones larguísimas y por demás entretenidas acerca de quién es el fantasma: el fantasma o nosotros.

Diversión garantizada, ¿que no?